martes, 23 de febrero de 2016

12. ¡El tren se va!... ¡El tren se va!...


¡EL TREN SE VA!...  ¡EL TREN SE VA!...
Mensaje #12
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            El expreso rápido que iba de Madrid a Lisboa y a saber por cuántas ciudades más, no se diferenciaba mucho de aquel Ferrocarril Nacional de Chiriquí que recorría desde David a Puerto Armuelles, pasando por todas las fincas Bananeras de la Chiriquí Land Company.  Oyendo “El cha ca chá del tren”, canción muy famosa por allá por los años, qué sé yo, tal vez 1950 y tanto, vemos que aquel tren era más rápido y fino que nuestro “tren chiricano” pero en ambos ocurrían las mismas cosas. Había gritería, se vendía de todo, nacían nuevas amistades y amores, se daba pleitos y se hacían negocios; bañaban los rostros, tristes lágrimas de adioses que se confundían con las de alegres bienvenidas. ¡Sabrá Dios cuántos dramas más formaron parte de la vida de aquellos trenes!   https://www.youtube.com/watch?v=tp4um85BU_Y  
            Miré por la ventana del vagón donde iba sentada. Un humo blanco salió de debajo del tren y por su chimenea y se esparció en la brisa. Se oía la algarabía de los pasajeros subiendo de prisa a los vagones. El gran reloj del andén marcó la hora de partida. Sonó un pito y una voz de hombre gritó: ¡El tren se va! ¡El tren se va! Sonó la bocina y los chillones hierros oxidados se movieron con la lentitud de un gran gusano de montaña.  
            Me pareció estar en el año1916 con El Presidente Porras y el grupo de lugareños, todos vestidos de blanco a la usanza de la época, inaugurando la maravilla que seguía en importancia al Canal de Panamá: “Nuestro caballo de hierro chiricano”.  Había pasado medio siglo, y yo iba montada en aquel mismo brioso corcel metálico. Llegué temprano para no perder el tren.
            Yo iba rumbo a una de las fincas bananeras, a pasar las vacaciones del verano. ¡Adoraba viajar en aquel viejo tren! El año anterior se abordaba en la estación de la ciudad de David pero, como si el recorrido se hubiese encogido, la nueva estación de abordaje era ahora Concepción de Bugaba.  Quedaba más lejos, pero igual yo viajaba entusiasmada desde Boquete, en  “chiva”, como le llamaban al carro que nos transportaba. Compré mi boleto y subí a ocupar mi lugar.  ¡Aquel tren, y aquel viaje entre los verdes bananales, aún son para mí… inolvidables!
            El tren partió dejando atrás un andén lleno de suspiros, sollozos y gimoteos mezclados con  nerviosas risas de despedida. Unos pereceaban sentados en las bancas de madera moviendo aún sus manos en el aire, diciendo adiós. Otros, los vendedores de frutas y empanadas, recogían sus platones vacíos y se alejaban del lugar… Sólo quedaba en el ambiente el eco de aquel grito: ¡El tren se va! ¡El tren se va! ¡ https://www.youtube.com/watch?v=HF2gpm_2CN0
            ¡Cuán tristes son las despedidas! ¡Cuántos corazones desesperados hay en las estaciones de trenes! ¡Cuántos viajes alegres y llenos de ilusión, pero cuántos muy tristes y sin retorno!  Todos van pendientes de su estación final para bajar rápido cuando el tren se detiene.   Así es…  en los viajes en tren, avión, barco o cualquier transporte, todos quieren ser los primeros en abordar y también se atropellan por ser los primeros en bajar en su destino final.
             Pero hablemos de un tren especial, del más antiguo, para cuyo recorrido se nos entrega al nacer, un boleto gratuito. Sólo hay una opción: ¡Abordar ese tren! ¡Sin derecho a preguntas ni a quejas! Por curioso que parezca, entre los viajantes, nadie conoce la última estación en la que, sin previo aviso, se nos dirá: “Baje, ha llegado a su destino”.  Y por desagradable que resulte la travesía, nadie quiere despedirse de los compañeros de avatares ni hay apuros por abandonar ese singular tren, “el tren de la vida”:  https://www.youtube.com/watch?v=p6uFe3Tulos 
            Un día, “El tren de la Vida” esperó por mí... Su estación de abordaje fue el lugar donde nací… Aquel día y en aquella hora, se escuchó el silbato y “el tren de la vida” inició su marcha conmigo abordo. Llegué sin equipaje al tren. Después entendí que en el camino, yo tendría que preparar el único equipaje que importará cuando al final del recorrido tuviera que bajar del tren. Un equipaje  hecho con mis vivencias, como lo determina el manual de vida de la sabia palabra de Dios. ¡Todos tenemos que hacer nuestro propio equipaje para ese viaje sin retorno! ¡Ese es el verdadero tren, el “tren de la vida”, el tren que parte y no regresa! ¡El viaje de la eternidad!
            En este viaje, todos tenemos un enemigo común, que no merece ser mencionado, pero sabemos que no descansa: bombardea nuestra mente con ideas que nos dañan; pone piedras en nuestro camino; siembra odio, rencor, mezquindad y nos tiende su red para atraparnos en  todo tipo de enfermedad, mal y pecado que nos aleje de la promesa de vida eterna, que Dios ha dado. 
Mateo 10:28 Nos alerta: “Y no temáis a los que matan el cuerpo, más el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”.https://www.youtube.com/watch?v=dTzvG1Qgw5     
            Para esa hora, para el abordaje de ese último viaje, hay mucho temor en la mente y en el corazón de las personas. Muchos no saben realmente, qué hay después de la muerte física. Pero los que creemos en un Dios Creador y en su palabra, donde todo está explicado, sí sabemos qué hay más allá. Por eso debemos prepararnos con tiempo, pues nadie sabe en qué momento el tren se detendrá para que bajemos, en esa nuestra última estación.  El buen Jesús dejó un mensaje, su gran promesa para los que creen: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre, muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros”. 1 Juan 14:1-2.
           

Nota: Un abrazo para ti por compartir conmigo un pedacito de tu tiempo y por tu comentario. Ruego a Dios que este mensaje haya sido, como los anteriores, de gran bendición para tu vida.

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