sábado, 11 de junio de 2016

#47 ¡Matándome suavemente...!

¡MATÁNDOME SUAVEMENTE…!
MENSAJE # 47 
Disfruta cada link! ¡Regresa al mensaje y que sea de bendición!
https://www.youtube.com/watch?v=NGCunCritnM ¿Matándome suavemente? Y, ¿Cómo es eso? 
¡Así ocurre a veces! Asistimos a un sitio donde el cantante u orador pareciera narrar la historia de nuestra vida con sus palabras. Quisiéramos desaparecer del lugar o que aquello terminara y nos preguntamos: ¿Quién le contó mi vida? ¿Cuándo leyó mis cartas? Y aquellas palabras nos hieren, revuelven, rasguñan y hacen sangrar las entrañas reviviendo recuerdos y añoranzas, o tristezas y fracasos… Que si ¿se sufre por amor? ¡Sí!... Escrito está: “El amor es sufrido”.
En su novela “Cárcel de Amor”, Diego de San Pedro usó símbolos para explicar el amor y cómo somos sus prisioneros. El autor se finge perdido en la Sierra Morena y encuentra en su caminata a un caballero de espantosa presencia, el Deseo, llevando en una mano un escudo de acero y en la otra, una figura de mujer grabada en piedra brillantísima, “inclinación irresistible” de la cual debe defenderse.  El Deseo va arrastrando a un hombre hacia la cárcel de amor, fortaleza sobre una roca, construida con piedras de Fe y Fidelidad; con pilares de Memoria, Entendimiento y Voluntad, enmarcadas con la Razón. En su torre, la Tristeza, Congoja y Trabajo, atan al corazón con cadenas. La silla de fuego donde sientan al prisionero, es el orden que emana del amor. Ansia y Pasión colocan la corona de martirio en las sienes del prisionero enamorado. De la cárcel de amor sólo podría librarlo la muerte...   El autor se convierte en intermediario entre el prisionero Leriano y la princesa Laureola para hablarle de las penas de amor que por ella sufre el prisionero. Le lleva cartas de amor que al principio ella no contesta por miedo a manchar su honra y su virtud. Finalmente ella responde las cartas, Leriano queda libre de su cárcel de amor y va en busca de la princesa quien lo recibe con agrado. Pero otro pretendiente de Laureola difundió rumores contra la honra de ella y presentó al rey testigos falsos de que su hija y Leriano eran amantes. Leriano trató de limpiar el testimonio de su amada pero el rey había creído los comentarios y decidió dar muerte a la princesa para guardar su honor. Desesperado, Leriano enfrentó juicios y batallas para rescatarla. Atrapó al falso testigo de los rumores, quien confesó la mentira. El rey perdonó a la princesa pero ella, con temor de manchar su honra y su virtud, le negó el amor a Leriano. Desesperado por no tener el amor de Laureola, él rompió las cartas de su amada, hizo con ellas una bebida, se la  tomó y se dejó morir de inanición, en una muerte lenta… ¡Leriano, prisionero de la “cárcel de amor”, fue víctima del ansia, la angustia, la tristeza y la soledad que lo llevaron a la muerte!... 
“Cárcel de amor” es una novela didáctica y alegórica escrita hace seis siglos, la cual bien vale la pena leer  y meditar en su moraleja. Pero ¿Por qué será que el intelecto riñe muchas veces con la humildad? Y mientras más estudio y preparación tenemos, creemos saberlo todo y, “nos norteamos”, como dicen en México, los norteños que cruzan el Río Bravo, cuando se desvían del objetivo o se pierden en el camino. El mundo, públicamente: acepta, imita, divulga y hasta premia lo escrito o dicho por cualquiera pero, tristemente, ni cree realmente, ni acepta con facilidad, lo expuesto en la Palabra de Dios. Y hacemos como Pedro cuando escuchó: “Este es uno de ellos y habla como ellos”; y respondió rápidamente: “No lo conozco, no soy uno de ellos”... ¡Nos hacemos los disimulados!
Jesús dio su vida  “públicamente” por la humanidad. ¡“Públicamente” también, Pedro lo negó!... ¿Y nosotros? “Públicamente” lo negamos cada vez que actuamos en desobediencia y afrenta a su palabra y a sus mandamientos; y al callar, haciéndonos de “la vista gorda” frente a lo malo… ¡Verde es verde; y rojo, rojo! “Lo malo” no deja de ser “malo” ni porque yo le llame “bueno” ni porque me excuse de lo que hago, porque aquello me agrada o me conviene. ¡No debo llamar “bueno”, a lo que es “malo” ante los ojos de Dios! ¡No! ¡Nadie debe hacerlo!
“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; más el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.” (Gálatas 6:7 y 8)   
A veces, como Pedro, cobardemente apartamos la mirada del Maestro y de su ley, para quedar bien con nosotros mismos, con nuestras amistades o con el mundo. Y cantamos como Sinatra: “matándome lentamente”. Sin ver que con nuestros actos matamos públicamente, una y otra vez al Cristo que vino a salvarnos y a darnos vida eterna. ¡Es tiempo de abrir los ojos!  Dios dice: “Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno”. (Mateo 5:29) 
Y así hay quienes hablan del infierno como si éste fuera un cuento de mentirita cuando debemos pedir: ¡Dios, ayúdame con mis ojos y con todo mi cuerpo! ¡Líbrame de tentación!..

¡Conozco tu amor y tu palabra y pongo mis manos en el arado para llevar tu verdad al mundo! ¡Viniste a buscar al perdido!...Entonces Señor, ¡Encuéntrame! ¡Sé mi compañero en el camino y ayúdame a llegar!       https://www.youtube.com/watch?v=325zdydOaIs

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