miércoles, 17 de agosto de 2016

¡El amor no tiene límites y ... es dadivoso y sabio!

¡EL AMOR NO TIENE LÍMITES Y…  ES DADIVOSO Y SABIO!
MENSAJE # 55 
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“No somos islas”, era un estribillo de mi mamá, que no olvido. Ella decía eso cuando nos oía discutiendo por algo que debíamos compartir. ¡Cómo éramos “sólo 7 hermanos”! Nos recordaba cada vez “nada es de uno solo, todo es de todos”. Así nos acostumbramos y así hemos avanzado en la vida, sin ser egoístas ni mezquinos, con nadie. ¡Enseñanzas del hogar que no se olvidan! Es como la palabra de Dios que dice: “Enseña al niño en su camino, y aún cuando fuere viejo no se apartará de él”, refiriéndose al camino de Dios y a sus mandatos.
Si faltara el sol o el agua, se acabaría la vida. Si el sol no se ocultara nunca más y la lluvia fuera permanente, también se acabaría la vida en la tierra.  La falta o escasez de muchas cosas pueden causar la muerte pero su abundancia también puede ser fatal.
La sal y el azúcar; y aún el dinero, por el cual la humanidad lucha y mata, son dañinos si en su abundancia, quien los posee, está falto de sabiduría para administrarlos. Si la comida se sala se echa a perder. ¿Y el azúcar? Si no se administra  “sabiamente” en nuestra dieta, estaremos en la lista de diabéticos o con enfermedades producidas por el azúcar en demasía.   
Hay dos cosas cuya abundancia es vida y produce vida: el amor  y la sabiduría. Ambas, amor y sabiduría en abundancia, jamás harán daño ni causarán la muerte de nadie. ¡Son regalo de Dios!
Dios es quien da sabiduría y dice que quien no la tenga se la pida. Si somos sabios, entonces sabemos que “el amor” es la vida del mundo y mueve el universo. ¡Hay que dar amor! Y para “dar”, hay que ser “dadivoso”. Todos queremos “recibir y recibir” pero, no todos queremos “dar y dar”. Y el que no da, no recibe como el que no siembra, no cosecha.
“Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”  2 Corintios 9:7  ¡Oye eso! “No con tristeza, sino con alegría”. 
Esa es la regla. Ese es el secreto: “Dar… y dar con alegría”. “Dar… y no dar lo que nos sobra, sino dar, compartiendo lo que tenemos”. Lo que sobra, cualquiera lo puede dar, porque le sobra, porque le estorba, y hasta porque le está robando espacio y hay que desocupar el área. “Dar” es desprenderse con alegría de algo que uno tiene, compartiéndolo con el prójimo. Pero nadie “da” si no tiene amor en su corazón. Porque el amor es el motor y la motivación del “dadivoso”.
Hay cosas que debemos dar; más valiosas que las materiales, como son el apoyo y la compañía.   
Quien tenga amor: desea compañía y la disfruta. No hace acepción de personas ni discrimina “por nada”, teniendo en cuenta que hay quienes andan alejados de Dios y en desobediencia; y precisamente por ello, necesitan ayuda. Quien tenga amor: comprende a los demás. Su espíritu se identifica con el prójimo en cualquier situación que enfrente. La comprensión se basa en el amor…y el amor rompe cadenas y liberta al cautivo de cualquier situación que lo agobia.  No puede comprenderse a otros con el corazón seco y con ceguera espiritual que impide ver la necesidad ajena. Así, los que están a nuestro alrededor se sentirán “incomprendidos”. Quien no tiene amor vive quejándose de los demás. Los condena con facilidad, sin hacer nada para que encuentren la luz en su camino y salgan adelante. Quien tiene amor da su apoyo y su ayuda sin esperar a que le pidan o le rueguen. Sus ojos espirituales detectan la necesidad ajena. Con amor, se comparte con cariño, agrado y alegría porque la ganancia inmediata es la satisfacción que da el ser dadivoso. Quien tiene amor es desprendido, sin mezquindad ni egoísmo. ¡Compartir y ser dadivoso es una muestra de que somos sabios, y es un “secreto a voces” de que seremos premiados por ello. Hay quienes no reciben nada o no reciben lo que esperan recibir, y dicen no saber porqué.  Dios dice: “Pues yo os digo que a todo el que tiene, se le dará, mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.” Lucas 19:26  Dios, cuyo amor es sin límites para nosotros, nos regala sabiduría para que siendo dadivosos, como Él es, recibamos sus promesas.

Hay que poner amor en lo que pensamos, decimos y hacemos. Recibiremos más de lo que pedimos, deseamos o necesitamos porque, Dios ha sido claro al decir que Él bendice al dador alegre… “Al dador que da con alegría en su corazón”. ¡No hay más que hablar! Seremos “dadores alegres”: de nuestro tiempo, de nuestra amistad, de nuestro cariño, de nuestro consejo sabio, de nuestra compañía y todo lo que Dios nos ha dado, que queramos compartir. Y recibiremos el agradecimiento del prójimo y sobre todo, el premio de las promesas de Dios, en nuestras vidas. https://www.youtube.com/watch?v=Bnh0mNtdE-E

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